Su postura sureña,
Cálida de atractiva manera.
Su cabello negro
Cae hecho trenza
Por su espalda morena.
Sus bellos ojos permanecen cerrados
Haciendo dudar a quien la viese
Si es muerta o engreída.
Junto a ella las calas
Frescas y maduras
Dan tibia compañía
A la muchacha
Que decía, sin mueca ni sonido
Que la vida era tortura y que en el nido
De la niñez estaban sus ataduras.
Descalza, fuerte y madrugadora
Sus manos apenas tocan sus dedos
Como experta en la insolencia
De golpear triste un piano.
Sus ropajes blancos sus pestañas negras
El peso perfecto de sus pechos amanecidos
La paciencia de su rostro
Sus joyas de lo altivo.
He encontrado roto el cuadro de la niña
¡Parecía gritar entre el vidrio!
Confundida, despierta y queriendo arrancar
Hacia la tumba o hasta la viña.
Ha perdido el curso
Ha perdido el tiempo y la vida
Un perfecto momento
De la espera más tierna
De la escasa belleza de un alma tranquila.
Ha perdido el camino, la ruta
Quien no apreció a la postura indescifrable
De quien descifraba posturas
Amable como sus piernas cruzadas
Lánguida como la tarde sobre ella.
He encontrado roto el cuadro la niña.
Lo rompió la niña, al saber que era ella.
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