Una cadena gris y roja sujeta del techo, mece con cariño
El cuerpo crucificado de un poeta.
Los pescadores han interrogado a cada una de las olas
Preguntando donde estaban los fríos días de invierno,
Qué ocultaban las noches de verano.
Abrazados a una roca los artesanos lloran sobre los caracoles,
Recogen lágrimas y confeccionan laberintos,
Para cartas olvidadas, saladas… Perdidas.
Los campesinos no perdonaron al mezquino Sol
Que con su antifaz de nubes se escondió sonrojado al atardecer.
Molestos los agricultores con la Luna,
Lanzaron rocas al firmamento, que quedaron suspendidas, brillando en la oscuridad.
Como fuegos de cantera o como hielo glacial
Las dudas penetran los huesos.
Los artistas se suicidaron y dejaron bosquejos
De cajas de vino y barcos de cristal.
Desde las entrañas de la uva, el néctar corre
Desde la cordillera al mar,
Desde el vaso al inconciente.
Los alquimistas se liaron a tiros cuando supieron
Que todo lo que brilla es oro.
Las luciérnagas apagaron su espíritu y dejaron de buscar
Pequeños duendes entre las hierbas del jardín.
No hay esperanza más extensa que la del oprimido,
Ni lucha más sangrienta que la del hambriento.
Las abuelas ya no tejen chalecos, ni trabajan en telares de hilo,
Desparraman sal bajo las escaleras
Y romperán espejos cada 31 de Octubre.
Se quebraron las copas antiguas.
El lugar donde se guardaban los violines y las guitarras,
Aún permanece en llamas.
Apaguen las luces, que hay charla para rato.
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