No creo conveniente recordar,
Que a nadie le importan demasiado los dementes.
Consideramos innecesario cortar claveles para tocar su puerta,
Sus oscuras opciones fueron otras...
Casi como caen los ángeles, similar a un pétalo desvanecido,
Su cuerpo yace tendido cerca de la mesa que algún día sostuvo un florero.
Vestida de novia, con sus negros ojos mirando cualquier lugar,
Como si millones de raras profecías aparecieran frente a ella.
Intenta encontrar un sendero que le clave una daga en el pulmón,
Que el veneno que fluye por su cuerpo de niña,
El tóxico fluido que ennegrece sus arterias,
Encuentre la ruta más ligera para apagar su mundo...
Nublar su existencia.
Sus dedos como ramas torcidas de antiguo árbol,
El café aún despide vapor como tren radioactivo
Y las sombras que bailan tango con el aroma sangriento de la muerte,
Fueron su escenario final.
La habitación de los fantasmas disfrazados de payasos,
Ahora es cuna de Millones de almas
Que ríen a carcajadas de su cuerpo tibio...
Cada segundo más frío. Más lejano.
No necesitamos de la Luna para acercarnos y besar tu frente.
No necesitamos del Sol, para querer conservarte inerte entre nuestros brazos,
Hasta que la necia muerte nos guíe hasta tu sonrisa.
Es frustrante, que no haya correo al lugar donde haz ido.
Luminick jamás recibió cartas de amor,
Jamás una mala noticia.
Solo nuestra voz será el espejismo grisáceo que alcance sus oídos,
El medio para charlar donde nadie más existe.
Donde su nombre será celestial palabra.
Eso explica nuestro luto.
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